Identifica las distintas interpretaciones acerca del lanzamiento de la Bomba atómica.
Léelos con atención e identifica la procedencia del texto: 1-¿Se trata de una nota periodística o de un libro de historia? ¿Quién es el autor? ¿Cuándo fue publicado el texto?
2- Los textos 3,4 y5 manifiestan distintas interpretaciones sobre los motivos que llevaron a Estados Unidos de América a lanzar las bombas atómicas, así como sobre los cambios que propiciaron a largo plazo. Anota la interpretación de cada autor para que puedas compararlas al final.
Texto1
Washington, 6.- La bomba
atómica es una realidad. El presidente Truman ha anunciado por mediación de la
Casa Blanca que la bomba atómica ha sido utilizada por primera vez contra el
Japón con una potencia igual a veinte mil toneladas de trinitrotolueno. Su
poder explosivo es superior en dos mil veces al de la bomba británica “revienta
manzanas”, de 10.000 kilogramos, que era hasta ahora la de mayor potencia.
La declaración presidencial añade que la nueva bomba está ya en
producción y que se están preparando proyectiles todavía más potentes. “La
bomba atómica –afirma la declaración- es la utilización del poder básico del
universo. La primera bomba ha sido arrojada sobre la base japonesa de
Hiroshima.”
[…] Truman añade que el uso de la bomba atómica significa que
Estados Unidos está preparado para aniquilar con más rapidez y eficacia todas
las empresas productoras que el Japón tiene sobre la superficie. “Estamos
decididos –subraya- a destruir por completo el poderío japonés para hacer la
guerra y con el objeto de ahorrar al pueblo la destrucción total, se dio en
Potsdam el ultimátum del 26 de julio. Sus dirigentes lo rechazaron. Si no
aceptan ahora nuestras condiciones verán cómo la ruina llueve del aire en
proporciones jamás conocidas. Tras este ataque, seguirán nuestras fuerzas de
tierra y mar con un número y potencia que todavía no han visto y con una
capacidad combativa que ya conocen muy bien.”
Fuente: La Vanguardia Española, 7
de agosto de 1945, p. 6
Texto2
Guam, 10.- La segunda bomba
atómica, arrojada sobre Nagasaki, ha causado gravísimos daños, aunque todavía
no se pueden apreciar detalles, ya que la ciudad se encuentra aún cubierta por
una espesa nube de humo, declara un comunicado oficial. Las fotografías tomadas
seis horas después del ataque –añade el parte- muestran que las columnas de
humo se elevaban entonces a una altura de seis kilómetros, pudiendo
distinguirse algunos de los incendios. –EFE.
Fuente: La Vanguardia Española, 11
de agosto de 1945, p. 6.
Texto 3
El 6 de agosto se arrojó una
bomba sobre Hiroshima y el 9 otra sobre Nagasaki. El gobierno japonés ya había
estado considerando la posibilidad de llegar a una paz negociada, a la que los
jefes militares se oponían aduciendo que era mejor entablar las negociaciones
después de que los americanos hubieran comenzado la invasión; en este caso (al
menos así lo esperaban) los americanos tendrían que matizar su petición de una
rendición incondicional ante las pérdidas que los japoneses pensaban infligir a
los invasores. La bomba nuclear vino a reforzar la postura de los políticos
civiles; el emperador –en contra de los militares- y el gobierno japonés (por
una estrecha mayoría), decidieron rendirse […] Los ataques nucleares provocaron
más de 70.000 muertos en Hiroshima y unos 35.000 en Nagasaki; el ataque contra
Nagasaki probablemente no está justificado en absoluto. Según la terrible
aritmética de la guerra, el empleo de la bomba estaba justificado: de no
haberse producido, Japón probablemente no se habría rendido hasta que la
aviación de los Estados Unidos hubiera matado a más japoneses aún y,
posiblemente, hasta que la invasión hubiera causado a las tropas americanas y
japonesas un número de bajas aún mayor. El empleo de la bomba atómica puso de
manifiesto la posibilidad de que pronto la humanidad sería capaz de destruirse
a sí misma: el mundo contemporáneo había comenzado.
Fuente: Parker, R. A. C. (2000). El siglo XX. Europa 1918-1945.
México: Siglo XXI editores. 403-404.
Texto 4
Con el bombardeo de ciudades
japonesas, continuaba la estrategia de bombardeos de saturación para destruir
la moral de los civiles; una noche, un bombardeo sobre Tokio se cobró ochenta
mil vidas. Más tarde, el 6 de agosto de 1945, apareció el solitario avión
americano en el cielo de Hiroshima. Lanzó la primera bomba atómica, que mató a
unos cien mil japoneses y dejó decenas de miles muriendo lentamente por los
efectos de la radiación. La bomba también mató a doce aviadores americanos que
estaban en las cárceles de Hiroshima, un hecho que el gobierno norteamericano
jamás ha admitido oficialmente. Tres días después, lanzaron sobre la ciudad de
Nagasaki una segunda bomba atómica, que mató a unas 50 000 personas.
La justificación ofrecida para tales atrocidades era que las
bombas atómicas acabarían rápidamente con la guerra y no sería necesario
invadir Japón. El gobierno norteamericano decía que dicha invasión costaría un
enorme número de vidas –un millón, según el secretario de Estado, Byrnes […]
Estos cálculos de las bajas en caso de invasión se los sacaron de la manga para
justificar las bombas sobre Japón, que a medida que se iban conociendo sus
efectos, horrorizaban cada vez a más gente.
[…] Si los norteamericanos no hubieran insistido en la rendición
incondicional, es decir si hubieran querido aceptar como condición para la
rendición que el emperador –una figura sagrada para los japoneses- continuara
donde estaba, los japoneses habrían aceptado parar la guerra.
¿Por qué Estados Unidos no dio ese pequeño paso para salvar
vidas, tanto americanas como japonesas? ¿Era porque habían invertido demasiado
dinero y esfuerzo en la bomba atómica como para no lanzarla? ¿O era –como ha
sugerido el científico británico P.M.S. Blackett (en su libro Fear,
War, and the Bomb)- que Estados Unidos ansiaba lanzar las
bombas antes de que los rusos entraran en la guerra contra Japón?
Los rusos (que oficialmente no estaban en guerra con Japón)
habían acordado secretamente que entrarían en guerra noventa días después del
fin de la guerra europea. Ese día resultó ser el 8 de marzo, de tal forma que
el 8 de agosto, se esperaba que los rusos declararan la guerra a Japón. Pero
para entonces, ya habría que haber lanzado la gran bomba y, al día siguiente,
la segunda en Nagasaki. Japón se rendiría así ante Estados Unidos, no ante
Rusia. Estados Unidos sería quien ocupara el Japón de la posguerra.
Fuente: Zinn, H. (2008). La otra historia de los Estados Unidos,
México: Siglo XXI editores. 313-315.
Texto 5
Ahora está claro que el
lanzamiento de las bombas atómicas en 1945 marcó un momento decisivo en la
historia militar del mundo, tanto que uno pone en duda la viabilidad de la
Humanidad si un día se produjese una guerra con armas nucleares entre las
grandes potencias. Sin embargo, en el contexto de las campañas de 1945, no fue
más que uno de una serie de instrumentos militares que podían emplear los Estados
Unidos para obligar al Japón a rendirse. La triunfal campaña submarina
norteamericana amenazaba con matar de hambre al Japón; los enjambres de
bombarderos “B-29” estaban reduciendo a cenizas sus pueblos y ciudades (la
“incursión” sobre Tokio de 9 de marzo de 1945, causó, aproximadamente, 185.000
víctimas y destruyó 267.000 edificios), y los planificadores norteamericanos y
sus aliados estaban preparando una invasión masiva de las islas japonesas
propiamente dichas. Los complejos motivos que, a pesar de ciertas reservas,
llevaron a tomar la decisión de lanzar la bomba –el deseo de salvar vidas
aliadas, la intención de hacer una advertencia a Stalin, la necesidad de
justificar los enormes gastos del proyecto atómico- son todavía hoy objeto de
debate […] La devastación infligida a Hiroshima, junto con la caída de Berlín
en manos del Ejército Rojo, no sólo simbolizaron el final de otra guerra, sino
que marcaron también el principio de un orden nuevo en los asuntos mundiales.
Fuente: Kennedy, P. (1989). Auge y caída de las grandes potencias.
Barcelona: Editorial Plaza y Janés, 442.
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