viernes, 7 de junio de 2019

Guerra de Vietnam

LA LIBERACIÓN DE INDOCHINA.... VIETNAM


En 1859 tropas francesas conquistaban el territorio de Indochina convirtiéndolo en colonia de Francia. Las primeras rebeliones nativas datan de 1905, pero sin consecuencias.
A partir de 1930, Ho Chi Minh funda el Partido Comunista de Indochina, unificando la resistencia en contra de la dominación francesa. El movimiento define un programa de tres grandes puntos: a) derrocamiento del colonialismo francés, y abolición de las estructuras feudales en el campo; b) distribución de la tierra entre los campesinos; c) establecimiento de una alianza obrero-campesina para llevar adelante la lucha.
Durante el año 1941, y bajo la dominación japonesa, nace el Viet-Minh (Liga por la Independencia de Vietnam), conformado por todos los sectores antiimperialistas: comunistas y nacionalistas, con un doble objetivo: primero expulsar a los japoneses y luego a los franceses. En 1945 el Viet-Minh lanza una revolución general contra los japoneses, logrando la abdicación del emperador ‘títere’ de los nipones. Ho Chi Min funda la República Democrática de Vietnam (R.D.V.), con capital en Hanoi, pero no puede evitar que los franceses recuperen la zona sur.
En medio de negociaciones y acuerdos, a fines de 1946, Francia bombardea Haifong (principal puerto de la R.D.V.) y comienza el ataque contra el norte. Ante su menor capacidad económica y técnica el Vit-Minh planea su estrategia: la guerra de guerrillas. Esta táctica se basa esencialmente en tres principios: el desgaste del enemigo, la utilización del factor sorpresa a partir de un conocimiento profundo del medio natural, y la negativa al choque frontal, salvo que la superioridad numérica y militar sea absoluta. En cada batalla se debe obtener el aniquilamiento del enemigo no la ocupación del territorio. La estrategia de guerra de guerrilla adoptada por los vietnamitas hacía necesario que los soldados se movieran entre la población civil. El guerrillero vietnamita será soldado y campesino. Esto será un grave problema tanto para franceses como para los norteamericanos, era imposible separar a los soldados de los campesinos. Ante esto, la estrategia de Estados Unidos será la destrucción de la población civil.
Ante la presión norteamericana, los franceses instalan en 1949 como gobernante a Bao Dai. De esta forma, Estados Unidos que financiaba económicamente a Francia, podía argumentar que se estaba defendiendo a un gobierno legítimo de la agresión comunista, como afirmaba la Doctrina Truman.
Francia intenta una última ofensiva, ya que la opinión pública francesa ya no toleraba la pérdida de dinero y de vidas humanas. Así retoman la iniciativa, pero son derrotados en Diem-Bien-Phu. De esta forma el mundo observa la derrota militar de una potencia en manos de un país subdesarrollado. La victoria vietnamina se transformó en una lección para las potencias colonialistas. Finalmente, Francia negocia su retirada. En 1956 se firman los acuerdos de Ginebra que establecen: a) la división de Indochina en tres países: Laos, Camboya y Vietnam. b) La división de Vietnam en dos ‘zonas’, separadas por el paralelo 17. c) El llamado a elecciones para la reunificación de Vietnam en julio de 1956.



INGRESO DE EEUU...
El gobierno de Estados Unidos sabía que de producirse las elecciones de 1956, el triunfo de Ho Chi Minh y la instalación de un régimen socialista, era inevitable. Esto decide su intervención en Vietnam.
La primera etapa de la intromisión norteamericana se basa en apoyo económico y militar al gobierno de Ngo Dinh Diem, gobernante dictatorial de Vietnam del Sur, que estableció un régimen del terror.
Para enfrentarse a esto, en 1960 fue creado el Frente Nacional de Liberación, denominado por los Estados Unidos como Vietcong. Este movimiento estaba integrado por comunistas y no comunistas, representantes budistas, católicos y protestantes, campesinos, pequeños industriales, profesionales y algunos propietarios agrícolas. El programa del F.N.L. proponía establecer un régimen neutral en el Sur no adherido a ningún bloque militar, político o económico; establecer una democracia para la que proponían elecciones libres; y la reunificación de las dos zonas formando un único Vietnam.
La respuesta de Diem y Estados Unidos fue mayor represión y terror. La Administración Kennedy diseño un plan de ‘Aldeas Estratégicas’, donde gran parte de la población rural era confinada en aldeas, en donde debían realizar trabajos forzados bajo la vigilancia del servicio secreto americano.
Ante el fracaso de la guerra secreta dirigida por Estados Unidos se pasó a una intervención directa. Para dar este paso se utilizó como justificación que unidades navales norteamericanas habían sido atacadas por tropas de Vietnam del Norte.
A partir de este momento, Estados Unidos comenzaría la sistemática destrucción de la península de Indochina. Y a esto dirigió sus principales esfuerzos: entre 1954 y 1973 se estima que gastó 150 millones de dólares en el conflicto; más de 2.700.000 soldados americanos pasaron por Vietnam; la mitad de portaviones de sus flota se destinaron a la zona; y se lanzaron sobre Vietnam 15 millones de toneladas de bombas y granadas (tres veces más que en la II Guerra Mundial).

EL FIN DE LA GUERRA
La impopularidad de la guerra fue creciendo en la opinión pública norteamericana a medida que el conflicto se extendía y no se obtenía ningún resultado. Los enormes costos bélicos, que derivaba en los contribuyentes; las protestas de movimientos pacifistas en todo el país; la presión internacional, incluso de sus aliados; las enormes pérdidas humanas; pero sobre todo el fracaso militar y el fortalecimiento del Vitcong y de Vietnam del Norte, determinaron un cambio en la guerra.
Ya a comienzos de los 70 los militares norteamericanos eran consientes de que era imposible derrotar a los vietnamitas sin utilizar armas nucleares. El propio Nixon (Presidente de EE.UU.) planteo la posibilidad, pero la idea fue rechazada por el temor a represalias tanto de la U.R.S.S. como de China, que desde 1964 contaba con este tipo de armamento.
Esta situación llevará al inicio de negociaciones entre Estados Unidos y Vietnam del Norte, ya que el Vietcong no fue admitido por los norteamericanos. Pese a esto continúan los ataques sobre el Norte: en diciembre de 1972 se produce un bombardeo sobre Hanoi, Haifong y otras ciudades que dura 17 días en forma ininterrumpida, en un acontecimiento recordado como la ‘Navidad de Nixon’. La justificación fue que los vietnamitas enlentecían las negociaciones. Pese a esto, poco a poco Estados Unidos fue reduciendo el número de efectivos desplegados en Indochina.
Finalmente, el 27 de marzo de 1973 se firman los Acuerdos de París que ponen fin a la intervención norteamericana en el sudeste asiático. Pero esto no fue el final del conflicto. El Vietcong y Vietnam del Norte se enfrentaron al ejército de Vietnam de Sur, que continuó siendo apoyado económicamente por Estados Unidos. Tras dos años más de enfrentamientos, en 1975 el sur es tomado por tropas norvietnamitas, y un año después se proclama la República Socialista de Vietnam, con capital en Saigon, rebautizada como Ciudad Ho Chi Minh, en honor al líder comunista fallecido en 1969.

Reelaborado en base a ficha de trabajo del Prof. Jaime Klaczko, “Vietnam”.





El 8 de junio de 1972, un avión de Vietnam del Sur bombardeó con napalm (liquido incendiario) la población de Trang Bang. Allí se encontraba Kim Phuc (en el centro de la foto de la izquierda) con su familia. Con su ropa en llamas, la niña de nueve años corrió fuera de la población. En ese momento, cuando sus ropas ya habían sido consumidas, el fotógrafo Nic Ut registró la famosa imagen. Luego, Nic Ut la llevaría al hospital.
- ¿Cómo recuerda aquel 8 de junio de 1972, día del ataque con napalm?
- “Siempre recuerdo ese día. Nos habíamos refugiado con mi familia, vecinos del pueblo y soldados en el templo. Habíamos almorzado, cuando vimos el humo amarillo despedido por los aviones para marcar el blanco de un bombardeo. Nos dimos cuenta de que iban a atacar el templo. Los soldados, survietnamitas, nos dijeron que debíamos salir, primero los niños. Comencé a correr con los otros niños. Veía que el avión volaba cada vez más bajo y más cerca, cuando de pronto lanzó cuatro bombas. Sabía que debía seguir corriendo, pero era una niña, y cada tanto me detenía a mirar. Repentinamente escuche las explosiones, y me vi rodeada de fuego, estaba por todas partes. Sentí el fuego en mi brazo izquierdo. Recuerdo que pensé, ¡oh, no! tengo quemaduras, ¡ya no seré normal! Estaba tan asustada. Mis ropas se consumieron con el fuego. Agradecí a Dios que mis pies no se habían quemado, y pude seguir corriendo. Huí del fuego y recuerdo que pude ver a mis hermanos y a mi primo, sólo corríamos y corríamos. En un momento estaba tan exhausta que no pude más y me detuve. Uno de los soldados me dio agua para beber. Yo gritaba, nam ua, nam ua, en vietnamita, que significa, demasiado caliente. El soldado tenía una cantimplora con agua y la vertió sobre mi cuerpo. Ahora sé que no debía hacer eso, pero él intentó ayudarme. En ese momento me desmayé y ya no supe más nada, hasta que me desperté mucho, mucho después en un hospital.”
- Permaneció en el hospital durante 14 meses, y fue sometida a 17 operaciones de injertos de piel ¿Cómo enfrentó esto una niña de nueve años?
- “Fue terrible. Era tanto el dolor y la picazón. Estaba discapacitada, mi brazo, mi mano, mi axila, mi cuello, se contrajeron, y tenía que hacer ejercicios cada hora, cada día, y toda vez que lo hacía el dolor era enorme.”
- En su libro "La niña de la foto", Denise Chong relata los baños de cada día en una solución especial.
- “Eso fue muy difícil para mi. Era muy doloroso porque las enfermeras tenían que colocarme en esa bañera y cortar la piel muerta. Debían hacerlo para prevenir una infección. Recuerdo esos baños cada mañana. Llegaba un punto en que ya no podía aguantar más el dolor y me desmayaba. Y eso me pasaba casi todos los días.”
Kim Phuc vive ahora en Canadá, desde donde conversó con la periodista Alejandra Martins, de la BBC de Londres.

la carta está escrita el 18 de agosto de 1965.
Mi querido Presidente Johnson
Mucho le agradezco el sincero enjuiciamiento que me envía de la situación en el Vietnam del Sur y los esfuerzos políticos y diplomáticos que, paralelamente a los militares, los Estados Unidos vienen desarrollando para abrir paso a un arreglo pacífico. Comprendo vuestras responsabilidades como nación rectora en esta hora del mundo y comparto vuestro interés y preocupación de los que los españoles nos sentimos solidarios en todos los momentos. Comprendo que un abandono militar de Vietnam por parte de los Estados Unidos afectaría a todo el sistema de seguridad del mundo libre.
Mi experiencia militar y política me permite apreciar las grandes dificultades de la empresa en que os veis empeñados: la guerra de guerrillas en la selva ofrece ventajas a los elementos indígenas subversivos que con muy pocos efectivos pueden mantener en jaque a contingentes de tropas muy superiores; las más potentes armas pierden su eficacia ante la atomización de los objetivos; no existen puntos vitales que destruir para que la guerra termine; las comunicaciones se poseen en precario y su custodia exige cuantiosas fuerzas. Con las armas convencionales se hace muy difícil acabar con la subversión. La guerra en la jungla constituye una aventura sin límites.
Por otra parte, aunque reconociendo la insoslayable cuestión de prestigio que el empeño pueda presentar para vuestro país, no se puede prescindir de pesar las consecuencias inmediatas del conflicto. Cuanto más se prolongue la guerra, más empuja al Vietnam a ser fácil presa del imperialismo chino, y aun suponiendo que pueda llegar a quebrantarse la fortaleza del Vietcong. Subsistirá mucho tiempo la acción larvada de las guerrillas que impondrá la ocupación prolongada del país en que siempre seréis extranjeros. Los resultados como veis, no parecen estar en relación con los sacrificios.
La subversión en el Vietnam, aunque a primera vista se presente como un problema militar, constituye, a mi juicio, un hondo problema político; está incluido en el destino de los pueblos nuevos. No es fácil al Occidente comprender la entraña y la raíz de sus cuestiones. Su lucha por la independencia ha estimulado sus sentimientos nacionalistas; la falta de intereses que conservar y su estado de pobreza les empuja hacia el social-comunismo que les ofrece mayores posibilidades y esperanzas que el sistema liberal patrocinado por Occidente que les recuerda la gran humillación del colonialismo. Los países se inclinan en general al comunismo porque, aparte de su poder de captación es el único camino eficaz que se les deja. El juego de las ayudas comunistas rusa y china viene siendo para ellos una cuestión de oportunidad y de provecho.
Es preciso no perder de vista estos hechos. Las cosas son como son y no como nosotros quisiéramos que fueran. Se necesita trabajar con las realidades del mundo nuevo y no con quimeras. ¿No es Rusia una realidad con la que ha habido que contar? ¿No estaremos en esta hora sacrificando el futuro a aparentes imperativos del presente? A mi juicio hay que ayudar a estos pueblos a encontrar su camino político, lo mismo que nosotros hemos encontrado el nuestro.
Ante estos hechos nuevos no es posible sostener la rigidez de las viejas posiciones. Una cosa es lo que puedan acordar las grandes naciones en Ginebra y otra el que tales decisiones agradan a los pueblos y se conformen con ellas. Es difícil de defender en el futuro y ante los ojos del mundo esa división artificial de los países que sí fue conveniente de momento dejará siempre abierta una aspiración a la unidad.
Comprendo que el problema es muy complejo y que está presidido por el interés americano de defender a las naciones del Sudeste asiático de la amenaza comunista; pero siendo ésta de carácter eminentemente político, no es sólo por la fuerza de las armas cómo esta amenaza puede desaparecer.
Al observar, como hacemos, los sucesos desde esta área europea, cabe que nos equivoquemos. Guardamos, sin embargo, la esperanza de que todo pueda solucionarse ya que en el fondo los principales actores aspiran a lo mismo; los Estados Unidos a que el comunismo chino no invada los territorios del sudeste asiático; los estados del sudeste asiático a mantener a China lo más alejada de sus fronteras; Rusia, a su vez, a que su futura rival, China, no se extienda y crezca; Ho Chi Minh, por su parte, a unir el Vietnam en un Estado fuerte y a que China no lo absorba.
No conozco a Ho Chi Minh, pero por su historia y sus empeños por expulsar a los japoneses, primero, a los chinos después y a los franceses más tarde, hemos de conferirle un crédito de patriota, al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de su país. Y dejando a un lado su reconocido carácter de duro adversario, podría, sin duda ser el hombre de esta hora, el que Vietnam necesita.
En este interés superior de salvar al pueblo vietnamita y a los pueblos del sudeste asiático, creo que vale la pena de que todos sacrifiquemos algo.
He deseado, mi querido Presidente, haceros estas reflexiones confidenciales en el lenguaje directo de la amistad. Aunque sé que muchas están en vuestro ánimo, le expongo lealmente mi juicio con el propósito de ayudar al mejor servicio de la paz y del futuro de los pueblos asiáticos.
Suyo buen amigo
Francisco Franco.
Jefe del Estado Español





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