Micro actividad:
1- análisis de la caricatura completando los siguientes pasos:
A. Observa minuciosamente la imagen caricatura (tercera imagen). Si hay palabras que no conoces búscalas en el diccionario.
B. Realiza una descripción de lo que ves: objetos, vestimenta, rasgos físicos de la persona, acciones que está realizando y todos detalles que veas.
C. ¿Qué crees que quiso expresar el dibujante con esta imagen?
D. ¿Qué información nos brinda la imagen?
E. ¿Hay algún aspecto que se pueda relacionar con la actualidad? Explícate, cuéntame.
PUEDES TOMAR NOTA EN TU CUADERNO Y LUEGO EXPRESAR TUS IDEAS EN EL ESPACIO COMÚN.
De cómo Uruguay reaccionó tarde a la Gripe Española y las consecuencias que generó.
Por Martín Otheguy
¿Hubo un "caso cero" en Uruguay en 1918? ¿Se saturaron los hospitales? Una mirada a la reacción de autoridades, médicos y la prensa de Uruguay ante la peor epidemia de la historia.
En 1918, durante la epidemia de la (mal) llamada Gripe Española, el departamento de Tacuarembó se vio desbordado por la cantidad de fallecimientos provocados por el virus. No fue el único, por supuesto, pero sí el que dejó algunos relatos muy pintorescos (quizá distorsionados por la oralidad) de lo que significó el paso de aquella pandemia en Uruguay.
Muchas personas fallecían en sus domicilios sin asistencia médica, ya que el cuerpo sanitario estaba saturado y buena parte del personal había sido afectado también por la enfermedad.
Cuenta una anécdota que uno de los enfermos, al sufrir el "Trancazo" (como se le llamaba a la dolencia, porque era precedida por dolores fuertes de espalda), cayó seco en la vía pública. El precario carro fúnebre que trabajaba en la ciudad lo recogió y lo llevó al médico del servicio público, que resultó ser el reconocido Dr. Luis Castagnetto.
Saturado de trabajo, el médico vio que el cuerpo no presentaba signos vitales y expidió el certificado de defunción. Cuando el funebrero lo trasladaba al cementerio junto con otros fallecidos, el moribundo salió de su letargo y le preguntó asustado al conductor del carro: "¿Adónde me lleva?". "Al cementerio", le respondió tranquilamente el funcionario, con la naturalidad de quien, acostumbrado al espanto, es capaz ya de creer cualquier cosa. "¿Por qué?", quiso saber el presunto finado. "Porque estás muerto", le replicó el funebrero. "¿No ve que estoy vivo?", insistió el hombre." Metete en el cajón, qué te creés, ¿que vas a saber más que el Dr. Castagnetto?", increpó el empleado municipal, a lo que el hombre optó por salir corriendo despavorido.
La historia, recogida en el libro El hospital de Tacuarembó, del médico e historiador Antonio Turnes, es tragicómica pero pinta bien el funesto panorama que se vivía en muchos pueblos del interior tras la llegada del virus, una realidad que era incluso desconocida parcialmente en la capital.
Hoy, 102 años después de ese episodio, el mundo vuelve a estar en vilo por un virus. A la luz de las enormes consecuencias económicas y sanitarias que la COVID-19 generó a nivel global -y de la discusión en torno a si las medidas fueron adecuadas, lentas o exageradas según el país- una reacción natural es mirar al pasado para verificar si se actuó igual, si la gravedad de las epidemias es equiparable o si las medidas para enfrentarla fueron similares.
La vida cambió para todos en el 2020, pero la comparación con la peor epidemia de la historia, la de 1918, no puede hacerse sin tener en cuenta las realidades distintas de los dos mundos: los avances médicos y tecnológicos, las condiciones sanitarias, los cambios en la comunicación, la existencia de datos fidedignos de la salud y también las diferencias entre los virus. Esto corre para el mundo y también para lo ocurrido en Uruguay, como se analizará en este artículo.
La Gripe Española dejó entre 25 y 100 millones de muertos en el mundo, una cifra espeluznante que está muy lejos de las 1.160.000 muertes registradas hasta fines de octubre, con la pandemia de COVID-19 aún en curso. Debido a las diferencias ya mencionadas, ello no significa necesariamente que fuera provocada por un virus más dañino que el SARS COV 2, aunque esto se intuya de acuerdo a los resultados y a los relatos de los síntomas.
Hay sin embargo varias similitudes, tanto a nivel sanitario como social. Para comenzar, ambas son zoonosis (se originaron en animales y saltaron a los seres humanos), aunque el inicio de la Gripe Española está un poco más en la nebulosa que el del nuevo coronavirus.
Creo que ya no estamos en Kansas
Hay todavía unas cuantas dudas sobre el origen de la Gripe Española pero sí hay una cosa clara: no surgió en España.
Mientras en el caso de SARS COV 2 los estudios apuntan al traspaso del virus de un murciélago a un humano, posiblemente a través de un huésped intermedio y con rápida diseminación en un "mercado húmedo" de Wuhan, el virus de la Gripe Española parece haberse originado en las aves. Se trató una variante del virus influenza A del subtipo H1N1.
Para entender lo que significa, debe aclararse que hay tres tipos de influenza que afectan a los humanos: el A, el B y el C, pero solo los dos primeros generan consecuencias serias para la salud. La H y la N, mientras tanto, refieren a las proteínas de virus (para ser claros, los "pinchos" de la superficie que aparecen frecuentemente en ilustraciones). Solamente tres H y dos N se han hallado en humanos. Otra pandemia causada por una variante de este virus A del subtipo H1N1 (altamente mutable) fue la de 2009, que dejó sin embargo menos de 300.000 muertos pero provocó pánico justamente a raíz de lo ocurrido con la Gripe Española.
Antonio Turnes explicó a Montevideo Portal que el origen de la Gripe Española fue probablemente norteamericano, en un campo de entrenamiento donde se preparaban soldados para la Primera Guerra Mundial: Fort Riley, Kansas. El paciente cero, según la teoría más aceptada, fue un soldado raso que se presentó en la enfermería con síntomas de gripe el 11 de marzo de 1918. A mediodía, el médico militar había atendido ya más de cien casos. Para el fin de semana había 500 soldados enfermos, una infección cuya repercusión quedó disimulada entre los problemas de la Primera Guerra Mundial.
Con los movimientos de tropas la epidemia saltó a Europa, y como España no participaba en la guerra y por lo tanto no había allí una censura militar por motivos estratégicos, el primer lugar donde los efectos se difundieron masivamente fue ese (ergo, el nombre injusto). En 1918, cientos de miles de soldados estadounidenses viajaron a Europa en las últimas ofensivas del conflicto y el virus encontró terreno fértil para explotar.
Más similitudes: el virus se contagiaba por contacto y aerosol (las famosas gotículas y las superficies en las que quedan). Su tasa de mortalidad fue de entre 2% y el 20% de las personas infectadas dependiendo el lugar, señala Turnes. En cada país la Gripe Española protagonizó una historia distinta; ¿cuál fue la de Uruguay y qué ocurrió una vez que llegó al país?
La vuelta al mundo en 180 días
Hay un viejo cliché nacional que dice que en Uruguay todo llega tarde. En el caso de la Gripe Española esto es estrictamente cierto. Nuestro país fue golpeado en realidad por la segunda ola de esta gripe, en los meses finales de 1918, seis meses después del llamado "paciente cero", según un trabajo del que hablaremos más adelante.
El reporte Epidemia y perplejidades médicas: Uruguay, 1918-1919, del profesor Víctor Serrón, ofrece un panorama muy completo de la reacción mediática, de las autoridades y los médicos a la llegada del virus al país.
No hubo en aquel momento una "Carmela" que oficiara de chivo expiatorio, aunque sí se identificó la llegada un vapor como el primero que claramente portaba la nueva gripe: el Demerara, de bandera inglesa, que arribó al puerto de Montevideo el 23 de setiembre de 1918 con seis personas muertas y 22 infectadas. No podemos asegurar que haya sido esa efectivamente la primera puerta de entrada del virus, porque no había entonces posibilidades de realizar un secuenciado de genoma como para identificar claramente el ingreso.
En su trabajo, Serrón recuerda que los diarios brasileños ya habían dado alerta de la situación, tal cual fue revelado en las escalas de la nave en Pernambuco y Rio de Janeiro, pero Uruguay no acusó recibo.
"La bella y rápida nave que se halla al mando del veterano marino J. Keen Cheret, hizo además escalas en Lisboa, Pernambuco (donde permaneció tres días), Bahía, Rio de Janeiro y Santos, habiendo abandonado el gran puerto inglés [Liverpool] el 8 de agosto próximo pasado", explicaba ese mismo día La Mañana, sin aludir a la condición de "caballo de Troya" de la embarcación.
No era un problema únicamente uruguayo, porque como bien dice Serrón, la negación fue la tónica en todas las ciudades que daban al Atlántico. Sin embargo, agrega el profesor, "la negación alcanzó aquí cotas impensables en otras latitudes", yendo más lejos que la media regional e internacional.
Y eso que la nueva gripe no llegaba a un país atrasado en el contexto internacional o que se consideraba como tal. "Uruguay hacia la fecha indicada era no solo una sociedad modernizada, sino que se pensaba como altamente modernizada, como un ejemplo de lo que la vida contemporánea podía lograr", indica Serrón.
El 29 de setiembre de 1918, seis días después del arribo del buque, el Consejo Nacional de Higiene (CNH) explicaba "por qué no se tomaban medidas profilácticas". "La grippe (así se escribía entonces) es endémica en el Río de la Plata" y tan solo "en casos de niños o de personas que tengan taras previas produce complicaciones", decía, criticando a "alguna prensa" que se ha "obcecado en realizar una campaña de inútil dramatización".
Tres días antes, el periódico La Tribuna Popular había dado la alerta sobre la situación. En esa edición se publicaba también una carta del doctor Alfredo Vidal y Fuentes, presidente del citado Consejo, en respuesta a la alarma, en la que decía: "Insiste la prensa en que deben tomarse medidas de rigor. Lo que yo he dicho es que tratándose de la influenza (...) que es endémica en el Río de la Plata desde hace treinta años (...) las medidas que deben adoptarse son las comunes".
Cambio de aire
La doctora Sandra Burgues Roca, autora también de un minucioso trabajo sobre la Gripe Española (La pandemia de gripe en Uruguay 1918-1919, publicada en revista Americania en 2017) cita a la Revista Médica del Uruguay, que en su edición de octubre de 1918 aseguraba: "La epidemia gripal que azota a la mayoría de los países de Europa y América ha hecho su aparición en Montevideo en los primeros días del pasado mes de octubre, difundiéndose luego a otras ciudades del interior de la República. Felizmente en nuestro país se presenta en forma benigna y son excepcionales los casos fatales comprobados hasta el momento en que escribimos".
Según el recuento de Serrón, buena parte de la prensa se demoró mucho también en dar la alerta. A la citada La Tribuna Popular ("¿La grippe en casa?") se sumó La Mañana el día 29 de setiembre. El Plata recogió la noticia el día 2 de octubre y 12 días después lo hizo El Diario del Plata. El 21 de octubre fue El Día quien dio la alarma y el 22 de octubre el diario colorado La Razón. The Montevideo Times publicó algo al respecto el 29 de octubre, El Bien Público el primero de noviembre y El País lo hizo por primera vez el 8 de noviembre de 1918. Por lo tanto, buena parte de la prensa no se había hecho eco de la situación incluso semanas después de que llegara el primer buque con infectados.
Sin embargo, la cantidad de pasajeros enfermos que llegaron al país por mar quedó debidamente registrada. En 1869, se había instalado en la Isla de Flores un lazareto que actuaba como centro de vigilancia y control epidemiológico. Allí se detenían los buques antes de entrar en el Río de la Plata. Burgues Roca informa en su trabajo que del 23 setiembre al 24 de diciembre de 1918 llegaron 54 buques al puerto de Montevideo y la Isla de Flores, de ocho nacionalidades y procedentes de 23 ciudades diferentes, con un total de 8.806 viajeros. De ellos, 1.093 venían enfermos y 75 fallecieron, lo que determina una mortalidad del 6,8%.
La realidad fue distinta a la ocurrida en este 2020, cuando se cerraron las fronteras el mismo día en que se notificaron los primeros casos. Distinto también era el acceso a la información que había entonces sobre el virus.
Ya hacia finales de octubre de 1918, cuando la epidemia estaba "haciendo estragos en Montevideo", dice Serrón, la Cámara de Representantes "negaba la realidad" ("aquí suele reinar la grippe con carácter permanente", decía un legislador) pese a que incluso se solicitó levantar alguna sesión por la cantidad de ausencias por enfermedad.
En este 2020 también se decretó la suspensión de espectáculos públicos el mismo día en que se constataron los primeros casos, pero en 1918 la situación fue muy distinta. Una semana después de la llegada del vapor Demerara, las actividades se seguían realizando normalmente. El domingo 29 de setiembre se disputó el fútbol como era habitual e incluso la selección uruguaya jugó en Argentina ese fin de semana.
La trama se complica
A finales de octubre, sin embargo, el fútbol ya no podía escapar a la realidad. "Nacional no jugará. Causa: la grippe que ha atacado a su primer team íntegro", titulaba La Mañana el 31 de octubre.
El Poder Legislativo finalmente no pudo sesionar por ausencia de diputados y senadores afectados o temerosos el 30 de octubre. Las actividades económicas comenzaron a resentirse rápidamente. La esquila de las ovejas no se pudo llevar a cabo por falta de peones y la faena en frigoríficos también se vio afectada.
Burgues Roca narra una anécdota muy representativa ocurrida en el saladero Liebig (luego el Frigorífico Anglo). Un día, en forma brusca, aparecieron varios casos de gripe en un grupo donde trabajaban solo mujeres, "lo que ocasionó una sugestión intensa en las demás, determinando ataques fuertes de histerismo en cincuenta obreras", informó El Siglo de una forma que no ha envejecido muy bien. El médico solo pudo comprobar la gripe en dos de las enfermas.
En las primeras semanas, la negación había sido la tónica entre los médicos. Las autoridades de la salud pública se enfrentaron a este patógeno nuevo creyendo que se había exagerado su peligrosidad. El doctor González del Solar, director de la Asistencia Pública, dijo a La Tribuna Popular el 27 de setiembre de ese año que el rumor de que en el puerto de Montevideo habían llegado vapores transatlánticos con "casos fatales" eran "inexacto".
"Si se hubieran producido ya estaríamos informados", dijo, y atribuyó a las posibles muertes no al germen sino a "complicaciones muy naturales en organismos predispuestos".
Los diarios reportaban opiniones de especialistas que decían no haber encontrado diferencia en el virus "con la influenza endémica que se instaló en 1880 y 1890" y que "la población no debe alarmarse (...); ‘la enfermedad' es benigna" y "no tiene ni la más leve vinculación con la que se desarrolló intensamente en España", según publicó La Mañana el 29 de octubre.
Recién hacia la segunda semana de noviembre de 1918 (casi un mes y medio después de la llegada del primer buque con enfermos) había cierto consenso de que Uruguay era víctima de la nueva influenza. Quizá ayudó a ese convencimiento general que el propio presidente de la República, Feliciano Viera, suspendiera sus actividades al contagiarse la enfermedad ("Grippe presidencial", tituló La Mañana el 12 de noviembre).
Serrón señala que por esas fechas las autoridades médicas debieron enfrentar el drama de "un país que tenía a dos tercios de su población postrada por la gripe" y con muertos que "desbordaban la capacidad de transporte y de inhumación en los cementerios".
"Hay descripciones muy pintorescas de entierros masivos en Montevideo y sobre todo en el interior", contó a Montevideo Portal Antonio Turnes.
Turnes agregó que si bien es difícil calcular cuánto afectó la "grippe" las actividades normales en la ciudad, hay algunos datos de cómo impactó en la población trabajadora, con ausencias de hasta 50% del personal en algunos frigoríficos.
En la Facultad de Medicina, el decano Américo Ricaldoni (que padeció la enfermedad con síntomas leves) solicitó disponer de cadáveres de fallecidos a consecuencia de "la grippe", cuenta Burgues Roca. Pero como el propio médico declaraba, la terapéutica era defectuosa, porque se ignoraba cuál era el agente principal de la gripe y por lo tanto se intentaba atacar sus síntomas con más o menos suerte. La médica e historiadora elogia sin embargo en su trabajo la respuesta de los médicos uruguayos y las medidas tomadas una vez que se constató la presencia extendida de la gripe.
Las guerras médicas
A diferencia de lo ocurrido con la COVID-19, los que sufrían la pandemia no eran los de más edad: eran "mujeres en la plenitud de su vida y musculosos varones", nos dice Serrón. La franja de edad más golpeada fue la que se encontraba entre los 20 y 49 años: un 64,1% del total, según el Boletín del Consejo Nacional de Higiene de agosto 1920. Más adelante volveremos a los números y su comparación con los actuales.
Los síntomas eran serios. "Primero la fiebre, luego la cianosis, la dificultad para respirar y, finalmente, los pulmones erosionados y llenos de líquidos que literalmente ahogaban", dice Serrón. Quedaban "cadáveres violetas imposibles de no ver sin alguna cuota de horror".
La doctora Burgues Roca cuenta más clínicamente que la sintomatología se presentaba en forma brusca y se le denominaba "gripe insólita". Empezaba con hipertermia, cefalea, lumbalgia, sensación febril, odinofagia, además de lengua saburral (recubierta por una capa de material), aliento fétido, náuseas y vómitos. A esta preciosa escena dantesca había que sumar a veces erupción en la parte alta del tórax y cuello, tos y bronquitis. Lo típico era la fiebre alta, de hasta 39 y 40° C que duraba 72 horas. "El problema estaba en la evolución de la sintomatología y las complicaciones agregadas, tuviera el enfermo otras comorbilidades o no, especialmente cuando en el país era endémica la tuberculosis", dice Burgues Roca.
Para noviembre de 1918, las autoridades sanitarias prohibieron que fueran velados los cadáveres de "los que mueren de grippe infecciosa", decía La Razón.
El 22 de noviembre, periodistas de La Mañana que visitaron el hospital de Rivera se encontraron "con un cuadro de horror indescriptible". "Hacía cuatro días que habían fallecidos cinco enfermos y los cadáveres estaban en un estado de putrefacción tan avanzado que todos ellos habían reventado", publicó el matutino.
"Era habitual ver el paseo de cadáveres desnudos en la cucaracha (vehículo fúnebre) por el centro de la ciudad", señalaban dos días después.
En el interior, recuerda Serrón, era común quemar todas las ropas de los infectados, en especial los que vivían en rancheríos que se habían convertido en focos de infección.
La acción del virus menguó luego de dos meses intensos y después de aplicadas varias medidas sanitarias que analizaremos más adelante. En diciembre de 1918, la Revista Médica del Uruguay informaba que "la epidemia que reinó con cierta violencia en nuestra ciudad durante el mes de octubre, extinguióse rápidamente en Montevideo, atacando con gran intensidad algunos departamentos de la República, entre otros los de Rivera, Salto y Paysandú".
"En el momento que escribimos, la epidemia puede darse como completamente dominada, sin que haya influido sensiblemente en la mortalidad general del país", agregaba, según cita Burgues Roca.
Agrega que de acuerdo al análisis de las estadísticas, la mortalidad más baja se registró efectivamente en Montevideo, que además era la ciudad más poblada del país. Ya en febrero de 1919, el presidente del Consejo Nacional de Higiene, Alfredo Vidal y Fuentes, informaba que la epidemia de gripe de 1918 en Uruguay se podía considerar extinguida.
La segunda ola para el país, sin embargo, demoró solo unos meses en llegar. Ocurrieron algunos casos aislados al inicio de 1919 y la epidemia reapareció con fuerza en los meses de julio a setiembre, volviendo a tomarse medidas sanitarias de aislamiento. Un memorándum del estado sanitario del país, que cita la doctora Burgues, concluye que la segunda ola "no alcanzó en Montevideo tanta extensión como la de 1918, pero sus formas de presentación fueron más graves", lo que provocó que hubiera una mayor mortalidad.
Hubo diferencias entre lo ocurrido en la primera y segunda ola. Mientras en 1918 la población más afectada fue la más pobre, que estaba en los lugares más hacinados, en 1919 "la epidemia atacó de preferencia a las clases acomodadas", quienes no habían sufrido la enfermedad en la epidemia anterior, señaló el Consejo Nacional de Higiene. El informe señalaba que esto se debió a que no estaban inmunizados, como sí ocurrió con los que sufrieron la gripe en 1918.
¿Qué medidas sanitarias se tomaron entonces? ¿Fueron similares a las actuales y tuvieron la misma duración? ¿En qué sectores impactó? ¿Cuántas personas murieron y cuántos fueron afectadas por aquella pandemia?
En la segunda entrega de este ciclo sobre la "madre de todas las pandemias" analizamos las medidas sanitarias tomadas entonces (en comparación con las aplicadas en el 2020), los efectos en la salud de la población y también la buena actuación médica una vez que se tomó conciencia del problema.
Aunque hayan sido más tardías que lo que ocurrió con la COVID-19, Uruguay aplicó medidas sanitarias severas cuando se hizo patente que la gripe estaba afectando a la población. Algunas comenzaron en octubre y otras en noviembre de 1918 (recordemos que el primer buque con infectados llegó el 23 de setiembre). La palabra "protocolo" no dominaba los medios por entonces, pero algunas de estas medidas son equiparables a las que se volvieron familiares este año.
El olor era ya "un tema central", dice el profesor Víctor Serrón en el trabajo Epidemia y perplejidades médicas: Uruguay, 1918-1919, "asumido por la mayoría de los uruguayos". "Es de la mayor utilidad toda medida que tienda a desinfectar los hogares, pues, de ese modo, puede darse como verdad indiscutible que no es fácil que prospere la epidemia", decía La Tribuna Popular el 6 de noviembre. Entre los productos recomendados se mencionaba cloro, azufre, óxido de plomo, ácido clorhídrico, ácido sulfúrico, entre otros. En algunos casos parecía peor el remedio que la enfermedad.
El diagnóstico de la gripe o influenza no siempre era fácil, sobre todo en un ambiente donde confluían varias enfermedades infecciosas comunes en la época, como tuberculosis, difteria o sífilis, entre otras.
En el ámbito privado, los sanatorios tenían reglamentos internos que obligaban a seguir normas de higiene, indica la doctora Sandra Burgues Roca en el trabajo La pandemia de gripe en Uruguay 1918-1919. Estas eran las medidas profilácticas que demostraban, después del aislamiento, eficacia para controlar el avance de las epidemias, señala.
Uno de los artículos de estos protocolos, divulgados por la Revista Médica del Uruguay, indicaba: "Los enfermos podrán ser visitados en su habitación desde las 8 AM hasta las 8 PM. Siendo prohibido estacionarse en el zaguán, escupir fuera de las salivaderas y tomar mate fuera de la habitación". Hoy en día, en plena búsqueda idealizada de la asepsia por la COVID, resulta un poco difícil pensar en un reglamento que no tiene problemas con que se escupa, siempre y cuando sea en el lugar reglamentado.
La revista Caras y Caretas, que se distribuía en Argentina y Uruguay, emitió una serie de recomendaciones contra la influenza en su edición del 2 de noviembre de 1918. Recomendaba como tratamiento más eficaz "un laxante de magnesia, o aquel que se tenga hábito de emplear", lo que hace suponer que más de uno quiso disimular los síntomas. Además, recordaba que "el miedo es lo que más deprime el sistema nervioso y es una buena medida ejercitar la voluntad para no dejarse dominar por un temor que nada justifica, ya que la influenza es bien conocida y se combate con éxito"
Las autoridades del Consejo Nacional de Higiene decidieron tomar medidas de control sanitario a todas las personas que llegaban al país por vía marítima o terrestre, cuenta en su investigación Burgues Roca. Se visitaban los buques detenidamente y después de hacer la desinfección de los equipajes se permitía bajar al pasajero. Si venían enfermos se los trasladaba al Hospital Fermín Ferreira y se los asistía en "riguroso aislamiento". De lo contrario quedaban en aislamiento en el lazareto de la Isla de Flores, una realidad muy distinta la cuarentena de estos días.
Los pasajeros sanos eran observados por dos días. Como ocurre ahora, se colocaron en la frontera con Brasil puestos sanitarios de desinfección y observación de las personas que ingresaban a Uruguay (los que venían enfermos, igual que los que llegaban en buque, quedaban aislados en hospitales).
Las medidas de control sanitario en los barcos comenzaron el 3 de octubre de 1918 (diez días después de la llegada del Demerara), pero como hubo resistencia a que las embarcaciones fondearan en la rada (donde se esperaba la visita de las autoridades sanitarias) luego se autorizó la entrada de los buques al antepuerto.
A medida que avanzaba la gripe, se "protocolizaron" las medidas para los pasajeros enfermos. Según la médica e historiadora, estas incluían desinfección de la ropa interior, que se hacía "en la estufa de a bordo o por desinfectantes químicos" (buena suerte para volver a usarla), así como limpieza de todo el equipaje. Si tenían gripe común, podían desembarcar y ser asistidos a domicilio. Si tenían síntomas de "gripe insólita", como se llamó entonces a la Gripe Española, eran llevados a la isla de Flores.
Las perillas de la cultura
Igual que sucedió en el 2020, las medidas de control sanitario urbano establecidas intentaban evitar las aglomeraciones, aunque se impusieron por un tiempo menor. Se cerraron escuelas, liceos, universidad, teatros, cines, y se prohibieron los "espectáculos públicos de larga duración" hasta el 1° de diciembre de 1918, cuando la incidencia de casos había disminuido. Lo mismo ocurriría en los dos meses de mayor influencia de la pandemia en 1919, cuando la nueva ola de la enfermedad golpeó al país.
"La vida se vio afectada igual que ahora en aquella época, ahora con nuevas facetas, pero en aquel momento también se exigía cubrirse el rostro al toser o estornudar, usar mascarilla o cumplir distanciamiento en cuanto al saludo. Pero fue menor el aislamiento social, no hubo una cuarentena prolongada como se ve ahora en algunos países, o el fenómeno de algo terrorífico para los ancianos, que es el quedarse aislados en sus casas o residenciales sin que las familias los visiten. Eso es algo conmovedor y manifiesta otras vertientes que tienen que ver con la influencia de lo psicológico", explicó el médico e historiador Antonio Turnes a Montevideo Portal. La suspensión de espectáculos públicos fue "por un tiempo breve", agregó.
Turnes comentó que al igual que ahora hubo resistencia de algunos sectores a la suspensión de actividades. "Esa resistencia ocurrió debido a las consecuencias económicas y sociales, que en el caso de una pandemia no se pueden valorar en el corto plazo", afirmó.
Se distribuyeron afiches y folletos preventivos, se realizaron inspecciones a locales públicos por parte de la Dirección de Salubridad así como desinfección de escuelas y calles.
Burgues Roca recuerda que los autos y taxis eran desinfectados diariamente con formol en la Casa de Desinfección y "se aplicaban multas de $10 a los propietarios que no cumplían con estas normas sanitarias".
Hubo una difusión masiva de folletos de educación y prevención para la gripe incluso luego de terminada la pandemia, apunta la médica.
El virólogo Juan Cristina, que estudió la información disponible sobre Gripe Española en un trabajo que comentaremos más adelante, dijo a Montevideo Portal que al igual que ocurrió ahora "hubo susto, paranoia, y consecuencias sociales". "A la gente que tenía síntomas se la mandaba para la Isla de Flores, se echaba la culpa a los inmigrantes españoles e italianos que traían la peste, se fumigaban los equipajes de todos los que venían en barco. El Ejército fumigaba las calles de Montevideo, lo que en realidad no servía para nada", contó.
Otra clase de ollas solidarias
Si bien en este 2020 las ollas solidarias tuvieron como objetivo ayudar a la población afectada por los efectos colaterales de la pandemia (los problemas económicos al restringirse actividades), y aunque en 1918 y 1919 la suspensión de las actividades no fue tan prolongada (limitándose a los meses de mayor registro de casos) las organizaciones sociales se movilizaron para ayudar a los más perjudicados directamente por la epidemia.
Se brindó apoyo económico y se realizaron envíos de ropa, comida o se consiguió asistencia médica.
Por ejemplo, Burgues Roca cita al doctor Vidal y Fuentes, que publicó la distribución de los fondos recolectados por la Liga Uruguaya contra el Alcoholismo a beneficio de las víctimas.
Otra organización que también brindó asistencia solidaria fue el Consejo Nacional de Mujeres del Uruguay, que colaboró a través de una ayuda económica para las "madres enfermas de gripe".
Se creó (oficialmente) la Comisión de Protección contra la Gripe, con el objetivo de asistir a los hogares más pobres con alimentos, abrigo y dinero.
Las vacunas que no llegaron
En aquel momento se hicieron varios intentos y pruebas con vacunas en pacientes en diferentes hospitales, narra Burgues Roca, aunque con protocolos muy alejados de las "fases" que nos tienen en vilo con el nuevo coronavirus.
En 1919, el doctor Julio E. Moreau presentó un extenso informe sobre los resultados de una vacuna de su invención, aplicada en varios pacientes internados en el Hospital Maciel de Montevideo. Solicitó la aprobación, tras un informe en el que hablaba de resultados favorables, con mejoría de 24 a 48 horas.
El Instituto de Higiene la analizó e informó que la vacuna "presentaba excelentes condiciones de asepsia, innocuidad y pureza por lo que se puede entregar a la venta", autorizando el Consejo Nacional de Higiene su fabricación y venta.
Otra vacuna, probada en pacientes del Hospital Vilardebó, fue fabricada por el farmacéutico Alfredo Prunel, también autorizada para ser vendida con el nombre de "Vacuna antigripal preventiva y curativa". Ninguna de estas vacunas, sin embargo, generaba inmunidad o permitía parar los contagios. "Se trató de vacunas que naufragaron en un mar de buenas intenciones", dijo a Montevideo Portal Antonio Turnes.
En estas épocas en las que todo se cuantifica y el progreso de la enfermedad parece medirse en los reportes diarios de los casos, merece un análisis aparte lo ocurrido con la morbilidad y mortalidad de la Gripe Española, en comparación con lo registrado en este 2020.
Los muertos que vos matáis
Del análisis estadístico de los informes oficiales, surge que la Gripe Española mató a 926 personas en la primera ola y 1089 en la segunda. Hasta ahora, la Covid-19 nos ha dejado 55 fallecimientos.
En la primera ola la mayor mortalidad fue en el litoral norte, frontera con Argentina y Brasil. Afectó principalmente a población de bajos recursos socioeconómicos. En la segunda ola se registra una mayor mortalidad al sur del país (mucho menor y casi nula al norte) donde había sido elevada el año anterior. Afectó principalmente a la población de buenos recursos socioeconómicos.
La precisión sobre la cantidad de casos (no muertes) sin embargo, se enfrenta a algunas dificultades. Burgues Roca señala que los datos sobre el número de casos son aproximados, pues según se informa en los registros, muchas veces por sintomatología leve no se consultaba y la población acudía directamente a las farmacias a conseguir la medicación habitual indicada para los síntomas de gripe.
Turnes dijo a Montevideo Portal que las cifras de mortalidad que se dieron son variables, a tal punto que algunos reportes (como ya veremos) estimaban en cerca de 7.000 los muertos. "Quedó fuera de control porque no todo se podía atribuir a la gripe y la cobertura médica en aquel tiempo era escasa, estaba centrada en Montevideo y las principales ciudades del interior; sí sabemos que el virus se expandió rápidamente por todo el territorio, llegando a poblaciones que estaban bastante aisladas. Pero eso incluso sucede ahora; hay muchas cosas que se atribuyen a la Covid pero a veces no se sabe, porque si no se investiga la causa en cada caso es difícil de determinar. Que alguien murió en el medio de una pandemia no quiere decir que haya muerto por el virus", dijo.
La tasa de mortalidad por gripe que se oficializó en el año 1920 por parte del Consejo Nacional de Higiene fue de 0,64 por mil habitantes en las dos olas epidémicas sumadas. Sin embargo, otros modelos estadísticos proponen una cifra mucho más elevada. Serrón recuerda que el entonces inspector de Sanidad Terrestre, Dr. Julio Etchepare, aplicó una modalidad usada por el higienista argentina Emili Coni para concluir que la tasa fue de 4,22 por mil habitantes, lo que da una cifra de 6.045 uruguayos muertos para una población estimada en 1.429.585 habitantes en las dos olas de la gripe.
Sin embargo, investigaciones más recientes apuntan a cifras mucho menores. El trabajo The 1918 influenza pandemic in Montevideo, de Juan Cristina (del Laboratorio de Virología Molecular de Facultad de Ciencias), Raquel Pollero y Adela Pellegrino (ambas de Facultad de Ciencias Sociales), estudia solo las muertes registradas en la capital, pero obtiene números que se aproximan más a los oficiales. Los investigadores calcularon la mortalidad de la pandemia en base al exceso de muertes registradas por problemas respiratorios en 1918 y 1919 en relación a las estadísticas de años anteriores. Según estos datos, hubo un exceso de 513 muertes por problemas respiratorios en Montevideo en 1918 y de 801 en 1919.
Cristina dijo a Montevideo Portal que se centraron en la capital porque era donde había registros más fidedignos como para permitir hacer un cálculo aproximado. "Eso te da una idea de cuál es el daño que causa la enfermedad", dijo.
"Hoy tenemos un laboratorio del Siglo XXI, pero en esos casos muchos diagnósticos eran por observación de la autopsia. Hubo una discusión sobre cuánta gente efectivamente se murió en la pandemia de 1918 en el mundo, y hay diferencias grandes. Lo que sucedió en Montevideo es que el problema fue la morbilidad que causó gripe (el extraordinario número de casos, que generaba hacinamiento en los hospitales), pero afortunadamente las muertes no fueron tantas", observó Cristina. Según las cifras oficiales, unas 420.000 personas se vieron afectadas por la enfermedad.
Sus estudios concluyen que Montevideo fue golpeada primero por la segunda ola de la Gripe Española (que llegó al final de la primavera). En julio de 1919 sufrió el impacto de la tercera ola a nivel global, en pleno invierno. "Sirve para aprender sobre epidemias futuras o como la que estamos sufriendo ahora. Al contrario de lo que preveíamos, en 1918 la gripe llegó fuerte en primavera, lo que significa que las estirpes que son pandémicas se saltean las estaciones, y eso va a ocurrir incluso con esta, aunque se trate de otra familia de virus", dijo, en relación a los casos de COVID-19 que pueden registrarse en el verano.
El trabajo remarca que los indicadores de salud del Uruguay por entonces eran cercanos a los de países desarrollados, y que el impacto de la pandemia "alarmó a la sociedad uruguaya, con una cantidad de casos significativa para una población pequeña".
Si uno toma las cifras oficiales de fallecimientos de la Gripe Española y las compara con las de las peores epidemias del país puede hacerse una idea de su gravedad. La Fiebre Amarilla de 1857 dejó entre 1500 y 2500 muertos. El cólera de 1867 y 1868 dejó 2952 muertos.
Las comparaciones son odiosas
¿Fue la Gripe Española peor que la Covid-19? Los números parecen indicarlo así, tanto en el mundo como en Uruguay, pero ni Antonio Turnes ni Juan Cristina se animan a aseverarlo. Hay muchas variables a considerar, entre las que se encuentra el transcurso de un siglo.
"Es difícil saber si era una enfermedad peor", contesta el virólogo. "La estirpe de la cepa española tenía algunas particularidades, porque la capacidad de infectar las células humanas a través de una de las proteínas de la superficie la hacía particularmente infecciosa", agrega. Eso hizo que cuando en el 2009 emergió una cepa parecida a la de la Gripe Española (también A1H1), "el susto fue tremendo". "Afortunadamente era parecida pero tenía algunos cambios que la hacían menos agresiva", señaló.
El virólogo aclaró además que la COVID-19 está en curso, por lo que no puede hacerse una evaluación aún. "Lo que sí hay son lecciones para aprender de todas las enfermedades virales emergentes. Por ejemplo, de cómo se movió el sector salud y las medidas implementadas entonces, que salvaron muchas vidas. Dejaron además unos registros muy prolijos de todo lo que pasó, lo que nos permitió hacer este trabajo", consideró.
Cristina dijo que es verdad que, como dice el profesor Serrón, al comienzo hubo negación, "pero era comprensible que (el nuevo virus) fuera difícil de detectar". "Después hicieron un trabajo estupendo y nos puede permitir aprender lecciones para futuras pandemias", concluyó.
Turnes resaltó que al comienzo "le restaron importancia y eso obró a favor de que se esparciera rápidamente sin medidas adecuadas". "Se minimizó el asunto en su momento. Lo tomaron como una gripe estacional habitual, incluidas las figuras de la sanidad de la época. Sin dudas la reacción con la COVID-19 fue mucho más eficaz, rápida y muy razonable, bien proporcionada, y eso explica el resultado obtenido en Uruguay respecto a otros países de la región", afirmó.
Para el médico, en los primeros tiempos "estaban divorciados de la realidad", pero había algunas razones para ello. Tenían poca información, porque "no fluía como puede fluir ahora". "Un médico en Tacuarembó llevaba cadáveres apilados en un carro y eso quizá no llegaba a Montevideo. La rapidez con que se difunde la noticia hoy, sin embargo, es instantánea. Surge algo en China y se puede comunicar al mundo enseguida si se hizo público", dijo. Incluso aunque China no sea el país más transparente del mundo.
En la línea de Cristina, Sandra Burgues Roca destaca que el país tenía indicadores avanzados en salud y que la tasa de mortalidad de la Gripe Española fue baja. Resalta también que "las medidas higiénicas preventivas fueron más importantes que los fármacos".
Virus contra virus
Para Turnes, "tal vez fuera más agresivo el virus de 1918", pero hay otras variables que inciden. La falta de conocimiento de medidas de prevención adecuadas hizo que se difundiera más rápidamente y los daños fueran mucho mayores, apuntó. "Si comparamos la mortalidad -porque en definitiva es lo que primero podemos apreciar-, que hayan muerto 25 millones de personas en 25 semanas en la Gripe Española no tiene paralelo con la situación actual. Ahora se magnifica muchísimo una cosa que es mucho menor. Es un fenómeno propio de la época, la hipercomunicación en parte satura el entendimiento de la gente", dijo.
Juega en esto "el grado de desarrollo de las comunicaciones y lo que incide eso en la conducta de las personas y los Estados". "Esta es una experiencia nueva, algo que paralizó al planeta durante bastante tiempo con consecuencias que no son comparables a aquellas de la epidemia de la mal llamada Gripe Española", agregó.
Si es fácil pontificar con el diario del lunes, mucho más lo es con el diario del lunes de cien años después. Como Turnes aclara, antes de juzgar con severidad las demoras que hubo en 1918, hay que recordar las posibilidades de diagnóstico que brinda la investigación científica hoy en día. Aún así, incluso en este 2020 fuimos testigos de cómo se va rectificando la información a medida que surgen nuevos estudios.
"Van a tener que pasar muchos años para medir la influencia de todo esto", señaló Turnes al respecto de las consecuencias sociales y económicas de la COVID-19. En el caso de la Gripe Española ya pasó un siglo, aunque el cálculo en cifras no sea sencillo.
Según el trabajo Efectos económicos de las pandemias: una mirada a largo plazo, de Pablo Marmissolle y Carolina Romero (del Instituto de Economía, Udelar y el Fcea), el impacto directo de la pandemia de 1918 - 1919 sobre el PIB y el consumo de los hogares para las economías del mundo, en promedio, se estimó en -6% y -8%, respectivamente. En el caso de Estados Unidos, la caída en la producción manufacturera causada por la pandemia se estimó en 18%. Eso da una idea del balance de la COVID-19 que nos puede esperar en unos años.
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